Me entrego por completo. Sin pensarlo. Y es que apenas posas esa mirada tan excitante sobre mí, tan seductora al grado que me enciende, me enloquece tanto que mi cabeza (y otras partes a veces indecibles) comienzan a vibrar de inmediato. A estremecerse. Como un terremoto provocado por un volcán que emerge poco a poco. Y entonces es cuando me entrego, por completo, sin pensarlo dos veces, a mi ritual de belleza solo para encenderte más apenas nos veamos.