Luego de una lluvia de bofetones, los payasos terminaron por abrazarse. Eso conmovió a padres y madres pero decepcionó a niñas y niños. De inmediato pensé en los gustos violentos de los niños de ahora.
Sin embargo, cuando terminó su acto y se acercaron los payasos, todos los niños corrieron a abrazarlos, no a abofetearlos. Entonces me percaté de la verdadera naturaleza humana sin importar los tiempos que corren.