Pocos lo saben pero cuando el pasto apareció por primera vez sobre la tierra no tenía color ni brillo.
Al salir el sol y ver todo aquello descolorido, sin emoción, quiso compartirle un poco de su brillo a través de sus rayos de luz, así que bañó a los pastos con una lluvia amarilla de energía. El agua también quiso contribuir con lo suyo: hizo caer vida a través de una maravillosa lluvia azul.
Y fue así, con la unión de estos dos brillantes elementos y sus colores, que el pasto se volvió verde. Tal como lo conocemos hoy.