El sargazo está completamente adherido a su lancha: al pescador le está costando harto esfuerzo limpiarlo. Restriega una y otra vez; bufa de coraje. La madrugada sigue su curso… Si no se apura perderá la buena pesca.
Pero él no sabe que más allá de limpiar su bote, está acabando con el idilio entre la madera y la planta.
El sargazo clama al cielo piedad y es escuchado:
Mientras el pobre pescador sigue luchando sin éxito alguno, un enorme tsunami de sargazos se alza lentamente por detrás.