Las veladoras se queman por devoción. Algunas cuantas lo hacen por solidarizarse con los dolientes a quienes no pudieron cumplirles el milagro solicitado. Pero solo una se quemó por pasión. Por pasión al fuego de vida que portaba; por pasión a la belleza que significaba estar hasta el rincón más oscuro de la catedral y parecer un ángel caído del cielo. Y con esa pequeña que se quemó por pasión bastó: solo con ella, toda la catedral ardió. Se quemó por completo. Ahora la reconstruyen con pedazos de la anterior. Y no saben que la cera de esa apasionada quedó atrapada entre esos pedazos. ¡Solo Dios sabe si volverá a quemarla toda con su diminuta estatura empero grandiosa pasión!
Seleccionado para la Antología del Concurso Internacional de micro relatos “Pasiones” convocado por la Editorial Letras con arte (España).
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