Apenas llegó Jorge Juan al más allá, corrió al encuentro de Einstein. Albert creyó que sus intenciones eran amistosas debido a sus afinidades científicas, pero no: era para enfrentarlo.
Luego de atizarle un par de mamporros, Einstein pudo esquivarlo gracias a sus nuevos conocimientos sobre la malla espacio–tiempo de la incorporeidad humana más allá de la muerte. Y solo así pudo cuestionarle a qué se debía el encono del hijo predilecto de Novelda.
—¿Cómo a qué? ¡Si hubieras nacido 220 años antes, no me habría partido el lomo viajando al Ecuador!… Y tu sabes que por la relatividad temporal, ¡podrías haberlo hecho perfectamente!
—¿Y eso cómo te habría ayudado?
—Que si yo me hubiera enterado antes de ese asunto de la malla espacio–tiempo, no hubiera necesitado tanto esfuerzo para demostrar el achatamiento terrestre. ¡Con una pelota y un cordel hubiera bastado! ¡Demonios!