En un humilde aparador perdido entre los edificios y comercios de esta gigantesca ciudad, está una pequeña caja negra de madera puesta a la venta. No tiene adornos ni pretensión alguna. Solamente un agujero en uno de sus lados.
La etiqueta anuncia un precio módico y también: “Caja de la fortuna”. La única instrucción es sencilla: mirar dentro de la caja a través del pequeño agujero. Entonces cada quien descubrirá lo que quiera descubrir para sentirse feliz o sentirse desdichado.
He escuchado a viejos decir que vieron parte de su pasado, y de inmediato la arrojaron al suelo creyendo que era magia negra. Por suerte la caja no sufrió daños y volvió al aparador. También escuché a una niña que vio un carrusel colorido en su interior y pidió emocionada a su madre que se la comprara. Supongo que no fue así pues la caja sigue ahí, esperando a quien se adueñe de ella por unas monedas. Y el desfile de visiones es interminable: jóvenes que vieron su propia muerte, adultos llorosos tras descubrir la inmensa soledad de su alma reflejada a través del minúsculo agujero. Incluso una vez, un mago vio lo que sería su siguiente gran éxito en el mundo del espectáculo. Ahora se presenta en Broadway.
¿Qué como es que sé todo esto acerca de lo que la gente ve dentro de la extraña caja? La respuesta es la misma acerca de cómo sé que existe la cajita negra: yo la tengo en el aparador de mi diminuta tienda de café y curiosidades. Me la regaló mi tatarabuelo como uno de sus bienes más preciados.
Sí, lo sé, es malvado poner a la venta algo tan único, sobre todo cuando es un regalo de familia tan amado. Pero entiéndanme, la vendo por la sencilla razón que yo nunca he visto nada en su interior. Absolutamente nada. Tan solo oscuridad absoluta. Y eso es lo que me inquieta…
No sé si es que en mí no causa ningún efecto por ser su dueño actual, o es que mi alma está tan vacía que no logra descubrir nada a través de su minúscula rendija a universos paralelos.
Prefiero pensar que es la primer opción. Es menos dolorosa.
Ahora dime lector: ¿qué crees que descubrirías en el interior de mi pequeña caja negra si te atrevieras a mirar a través de su agujero negro?
Un cuento magnífico, enhorabuena.
Si yo me asomase al agujero de esa caja, vería —o me gustaría ver— lo mismo que vio Pessoa cuando escribió “Somos un abismo que va hacia otro abismo: un pozo sin fondo que mira al cielo”.
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¡Qué bueno que te haya gustado: muchas gracias por tus palabras! Muy interesante frase del gran Fernando. Cuando leí tu cita, me puse a pensar: si Pessoa mirara dentro de esta caja, ¿a cuál de sus heterónimos vería? Nuevamente gracias por comentar; bendiciones.
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