Siempre quise hacer un cuento muy grande y muy largo, tanto que sobrepasara el techo de los minaretes de las mezquitas y los abriera en dos como se abren los lotos con el sol, así entraría mostrando sus rayos amables con una sonrisota del tamaño del mundo, claro que del mundo que sonríe porque cuando el mundo está triste las sonrisas se quedan pequeñas y solas, no andan en parejas y se dedican solamente a ver pasar los días, iguales al pasar de las ardillas sobre los troncos de los árboles como me lo dijo una vez mi abuelito, la felicidad anida entre los árboles y gorjea con suavidad, es cuando puedes verla volar junto al mar: sobre los cielos azules, las mañanas doradas o hasta en los atardeceres color caramelo de Alejandría, la ciudad donde yo nací, una ciudad enorme que como yo creció calle a calle según mis años aumentaron y en ella los siglos transcurrieron y me formé todo un señor de la gran ciudad (de Alejandría, por supuesto), caminando entre sus calles rodeado de chiquillos al estruendo de mi tambor, señalando el camino hacia el circo y todos tras de mí esperando que comenzara la función, porque eso sí, ¡sin mí no podía empezar nada! Ni el día, ni la comida, ni el señor de la pescadería a contar el cuento muy grande y muy largo que nos decía cada tarde hasta que empecé a trabajar con él. Desde entonces, siempre he querido hacer un cuento muy grande y muy largo, pero no he podido.
Segunda versión de mi texto “Un cuento muy grande y muy largo”, esta vez situado en la ciudad de Alejandría en lugar de la ficcional Chigota; adicionada con referencias árabes, por supuesto.
Aquí el enlace a la versión original:
https://alexandroarana.wordpress.com/2017/07/23/un-cuento-muy-grande-y-muy-largo-cuento/
[…] Aquí el enlace a la segunda versión: https://alexandroarana.wordpress.com/2017/09/19/un-cuento-muy-grande-y-muy-largo-cuento-2/ […]
Me gustaMe gusta