La torre avanzó dos escaques y se convirtió en punto de vigía. Una casilla adelante se transformó en casa para después mudar a simple cubo geométrico. Luego vendría la conversión en pájaro y casi de inmediato, en pez. Posteriormente vendría el enfrentamiento con esas avispas asesinas para terminar por trocarse en casa nuevamente, solo que ahora como hogar de insectos. Más adelante le esperaba la mutación a reptil y, finalmente como esperaba, el reencuentro con el terreno de escaques, tan conocido para ella, donde se sentía completamente segura.
Avanzó una casilla más mientras las demás piezas miraban atónitas su avance impertérrito. Entonces gritó a voz en cuello las tan ansiadas palabras: —¡Jaque mate, Señor Escher!
Ganó y fue inmortalizada. Todos esos cambios al mismo tiempo.