Siempre he sido distraído. Debo tener algún déficit de atención o uno de esos síndromes raros, yo qué sé. Todavía recuerdo cuando estaba en primer grado y me decían que seguro estaba pensando en la inmortalidad del cangrejo. ¿De cuál cangrejo?, pensaba yo.
Según fui creciendo, la broma cambió. En la carrera de armas me decían que si andaba en la luna; en el instituto de aeronáutica ya iba más lejos: que si andaba de viaje en Júpiter. Y cuando fui seleccionado para el programa espacial llegaron al colmo: “Seguro andabas en la galaxia de Andrómeda, ¿verdad?”… Total, que mis lugares de ausentismo se alejaban conforme expandía mis horizontes.
Ahora que ya se han implementado los viajes a la velocidad de la luz y yo soy capitán de uno de los transbordadores cuánticos más usados, se me hace curioso descubrirme pensando cuando tengo mis lapsos de ausentismo durante las largas pausas de viajes por los túneles de hiperespacio, en aquellos cangrejos de mi infancia que dejé atrás en mi añorado planeta Tierra. ¿Qué estarán haciendo ahora?
¿Es que acaso siempre volvemos al punto de partida luego de tanto viajar y viajar?